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viernes, 27 de mayo de 2016

Y entonces, encendió la luz

Cuando su mundo parecía estar apagado, ella encendió la luz.

No fue una decisión nada fácil. Ella llevaba tanto tiempo ahogada en la oscuridad que se acostumbró a ese color negro. Sus ojos atisbaban una realidad que ella creaba con su mente. En muchos momentos creyó tener claro que ese era su destino y que ese sería el camino a la más absoluta felicidad, pero ese pensamiento perdía fuerza en muchas ocasiones. Había una imagen que no podía llegar a descifrar nunca a través de su mente. Era la silueta de una persona que unos años atrás parecía ser ella y que de repente, perdió la identidad. No sabía quién era y no sabía la fuerza de su ser. No era consciente de que ella podía brillar más que nadie y de que su luz iluminaría el mundo.

Un día, decidió hacerlo. Puede que fuera por el cansancio, por la monotonía o quizás fuera por su ansia infinita de libertad. Lo hizo. Encendió la luz y se cegó, pero de una manera completamente distinta. La luz  le impactó directamente al rostro y le mostró una nueva realidad que hasta entonces desconocía. En ese mundo había colores, había sensaciones. Allí las sombras correspondían a personas y las personas eran fuentes de energía y felicidad. Cuando miraba al frente ya no veía un pasado oscuro,  sino un sendero repleto de caminos y unas piernas fuertes que le permitirían conquistar el mundo. Sin ataduras. Sin miedos. Sin pasado. Solo futuro. Cuando se miraba al espejo ya no veía el reflejo de un ayer sino la imagen de un mañana. Su “yo” más puro y verdadero. La persona que ella siempre había deseado ser.

Se armó de valor y empezó a dar los primeros pasos en este nuevo mundo soleado. Al principio el miedo le tambaleaba pero consiguió mantener el equilibrio. Fue en ese momento cuando empezó a distinguir con claridad a todas las personas que le habían acompañado durante su vida. Comprendió que su familia nunca fue una sombra y que existían amistades que traspasaban mundos.

En ocasiones, seguía teniendo miedo. Le aterraba cerrar los ojos porque esa sensación parecía devolverle a un mundo al que nunca debió haber correspondido. Pronto comprendió que esa oscuridad podía desaparecer de inmediato. Solo le bastaba con abrir los ojos para poder ver la realidad con todos sus colores. Para mirarse en el espejo y ver el reflejo de la joven que siempre había soñado ser y que ahora sería.

Comprendió que solo ella tenía la llave de su mañana y que sus decisiones serían la pluma con la que escribiría su destino.

Y entonces, cuando su mundo parecía estar apagado ella encendió la luz.

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