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I am by nature a dealer in words, and words are the most powerful drug known by humanity. Twitter: @trujielena

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Mi vacío eras tú

Hay algo dentro de mí que suena hueco. Una parte de mi ser incompleta. Tengo la sensación de tenerlo todo y a la vez de no tener nada. Malditas contradicciones. Me falta algo…

Siempre he sido feliz o por lo menos siempre he creído tener ese sentimiento.

Soy una persona muy popular. Tengo tantísimos amigos que ni siquiera los conozco.
Llamo la atención. Mis padres siempre me recuerdan que he heredado los rasgos exóticos de mi abuela, que aun siendo una fría ciudadana checa, desprendía un extraño calor y aroma español. Estoy seguro de mi mismo. Sí, quizás esa sea la razón por la que camino  con paso firme siempre. Dejo huella. Me arriesgo y caigo, pero me levanto y sigo mi camino.

Soy una persona extrovertida. Un minuto a mi lado puede ser suficiente para que te fascinen mis pensamientos o creencias, o para que pienses que estoy loco. Soy transparente y sincero. No me preguntes si no quieres que te conteste. Soy honesto. Confío en la verdad.

Amo la reciprocidad. No doy con el afán de recibir pero me gusta jugar al frontón. El efecto rebote. Me gusta mirar a los ojos y que me miren; a los ojos. No te fijes en mi apariencia, son solo ropajes. Mi yo está por dentro. 

Las personas que me miran, no me hablan. Las que me hablan, no están a mi lado en los momentos de decadencia. Tampoco en los felices. Todo el mundo cree conocerme cuando lo real es que no me conozco ni yo.

Todo ha cambiado ahora. Todo gracias a ti. Los sentimientos que viajaban en el andén de mi corazón ahora han sido liberados, se han puesto sus gafas de sol polarizadas y pueden mirar directamente al sol. Gracias a ti, he descubierto cuál era la pieza del puzzle que me faltaba. El “qué” con el que rellenar ese vacío.

Lo supe el primer día que te vi. Decidí entrar a esa tienda a la que nunca había entrado a comprar un regalo. Tú estabas detrás de aquel mostrador. Te pagué con tarjeta y me pediste el documento de identidad. Rutinas de seguridad. Ni si quiera me habías dirigido la mirada. Fue entonces cuando lo hiciste. Examinaste mi DNI y luego me miraste a mí, como hacen todos, siempre.  De repente, algo pasó. Bajaste la mirada, hasta la altura de mis ojos y esbozaste una gran sonrisa para decirme,  “¿Es que nadie te ha dicho que llevas un colador en la cabeza?”.

Tú, llenaste el vacío de mi vida con algo tan simple y a la vez tan complejo; el amor más sincero. 

Hannah, ¿Te casarías conmigo?