Mi primer temor apareció el día en el que me confirmaron que me daban una beca para ir a estudiar a Estados Unidos. Pedí la beca un día antes de que finalizara el plazo y por el típico “por probar”. Al poco tiempo me informaron de que me la habían concedido y apareció bajo mi brazo una decisión que marcaría un antes y un después en mi vida.
Decantarme
por el sí o por el no, no fue fácil. Nada fácil. Era absurdo, pero solo había
una cosa que me paraba; el miedo. Miedo a sentir soledad, a andar perdida, a no
entender el idioma. Miedo a tomar un avión que cruzara el océano, que me alejara
de mi vida, de mi estabilidad.
Opté
por el sí. ¿Pensáis que el miedo desapareció? Qué va, aún engordó más. Era como
si le hubiera alimentado, y de qué manera. La cuenta atrás fue escalofriante.
Te sientes como dentro de un cañón de circo. El miedo se mezcla con la
adrenalina por salir volando de un momento a otro.
Un día
alzas el vuelo. Apareces en el aeropuerto con lágrimas en los ojos despidiéndote
de tu familia con un hasta luego.En ese momento si que no hay marcha atrás.
Yo exterioricé todo mi miedo cuando pisé tierras
americanas; cuando entré en la habitación que sería mi nueva casa durante estos
cuatro meses. Cuando me separaron de Amparo, mi compañera de viaje y mi único vínculo
con mi realidad. El miedo salió; y de qué forma. Fue un sentimiento muy
angustioso, el peor momento que he pasado en Coe College. Una tortura. ¿Sabéis
cuánto duró? Dos horas.
¿Y
luego? Felicidad.
Todo el miedo desaparece y se sustituye por un sentimiento
radiante que te hace sonreír cada día. Es como volver a nacer. Descubres un
nuevo mundo que hasta el momento desconocías. Descubres otros comportamientos,
otras culturas. Descubres a personas espectaculares que
nunca habrías conocido si no fuera por u maldito miedo. Descubres lo que es la
independencia. Descubres lo que es no tener hora para llegar a casa. Descubres
lo que es no tener casa. Lo que es volar.
Descubres
lo importante que es lo que tienes en el otro lado del charco. Lo que es echar
de menos, lo que es querer a alguien. Descubres lo que es vivir el momento, lo
que es aprender cada día cosas nuevas. Descubres lo afortunada que eres cada
minuto de tu vida por estar viviendo esta experiencia que cambiará por completo
el rumbo de tu vida. Te descubres a ti misma.
Descubres
que la persona que estaba a tu lado en el avión, la que en un principio era
simplemente una compañera de viaje, ahora es más que eso. Descubres que ahora
es tu familia, tu amiga, tu apoyo. Sabes que siempre habrá un vínculo que os
unirá porque las dos habéis sentido miedo y las dos habéis sido extremadamente
felices viviendo lo que estáis viviendo. No hay nada más especial.
El
tiempo ha pasado como en la mayoría de los casos, volando. Queda menos de un
mes y medio para coger de nuevo el avión que me devuelva a la realidad. ¿Y sabéis
que? El maldito miedo ha vuelto de nuevo. Tenemos miedo. ¿Qué pasará cuando
dejemos todo esto atrás? ¿Cómo encajaremos de nuevo en la realidad? Como me
gustaría contestar a estas preguntas. Qué pena que es sólo algo que puede hacer
el tiempo.
No dejéis
pasar ningún tren por delante vuestra sin cogerlo porque puede que sea el último.
Las oportunidades aparecen enfrente tuya porque así lo quiere el destino y si
las dejas escapar por el miedo este tendrá poder sobre ti toda tu vida.
El
miedo no puede conmigo.
Yo
puedo con el miedo.
Ahora sólo
es un compañero más de habitación.
Pero
está bien, me hace compañía.
Está
bien porque se que con el tiempo se transformará de nuevo en felicidad.
Felicidad
por veros, por estar de nuevo cerca vuestra; porque os necesito.
Felicidad
por recordar que un día conocí al miedo, que me lo comí con patatas fritas y
que gracias a eso viví la experiencia de mi vida.
Gracias
al miedo soy lo que soy.
Gracias
al miedo somos lo que somos Amparo.
Nos
queda poco tiempo aquí. ¿Sabes qué podemos hacer?
Comernos
el mundo...si es
que aún nos queda algo.
Elena Trujillo
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