Hay algo dentro de mí que suena hueco. Una
parte de mi ser incompleta. Tengo la sensación de tenerlo todo y a la vez de no
tener nada. Malditas contradicciones. Me falta algo…
Siempre he sido feliz o por lo menos siempre
he creído tener ese sentimiento.
Soy una persona muy popular. Tengo tantísimos
amigos que ni siquiera los conozco.
Llamo la atención. Mis padres siempre me
recuerdan que he heredado los rasgos exóticos de mi abuela, que aun siendo una
fría ciudadana checa, desprendía un extraño calor y aroma español. Estoy seguro
de mi mismo. Sí, quizás esa sea la razón por la que camino con paso firme siempre. Dejo huella. Me
arriesgo y caigo, pero me levanto y sigo mi camino.
Soy una persona extrovertida. Un minuto a mi
lado puede ser suficiente para que te fascinen mis pensamientos o creencias, o
para que pienses que estoy loco. Soy transparente y sincero. No me preguntes si
no quieres que te conteste. Soy honesto. Confío en la verdad.
Amo la reciprocidad. No doy con el afán de
recibir pero me gusta jugar al frontón. El efecto rebote. Me gusta mirar a los
ojos y que me miren; a los ojos. No te fijes en mi apariencia, son solo
ropajes. Mi yo está por dentro.
Las personas que me miran, no me hablan. Las
que me hablan, no están a mi lado en los momentos de decadencia. Tampoco en los
felices. Todo el mundo cree conocerme cuando lo real es que no me conozco ni
yo.
Todo ha cambiado ahora. Todo gracias a ti. Los
sentimientos que viajaban en el andén de mi corazón ahora han sido liberados,
se han puesto sus gafas de sol polarizadas y pueden mirar directamente al sol.
Gracias a ti, he descubierto cuál era la pieza del puzzle que me faltaba. El
“qué” con el que rellenar ese vacío.
Lo supe el primer día que te vi. Decidí
entrar a esa tienda a la que nunca había entrado a comprar un regalo. Tú estabas
detrás de aquel mostrador. Te pagué con tarjeta y me pediste el documento de
identidad. Rutinas de seguridad. Ni si quiera me habías dirigido la mirada. Fue
entonces cuando lo hiciste. Examinaste mi DNI y luego me miraste a mí, como
hacen todos, siempre. De repente, algo
pasó. Bajaste la mirada, hasta la altura de mis ojos y esbozaste una gran
sonrisa para decirme, “¿Es que nadie te
ha dicho que llevas un colador en la cabeza?”.
Tú, llenaste el vacío de mi vida con algo tan
simple y a la vez tan complejo; el amor más sincero.
Hannah, ¿Te casarías
conmigo?
Relato que toma como inspiración una historia real: http://www.abc.es/internacional/20130810/abci-lukas-novy-pastafari-republica-201308101211.html